DISNEY PARA UN PUBLICISTA

Parte 1.
Walt Disney nace para mí en el noviembre de 1989, cuando nací. Resulta un poco extraño, pero mi infancia solo tiene recuerdos relacionados con este mundo mágico que, por suerte, pude descubrir desde bien pequeña.
Todos los veranos, o casi todos, descubría unos días de paraíso, un pedacito tras pedacito de mágia que me hacia sonreír para el resto del año, esperando el momento para volver.
Tras los años esa magia y risas discontinuas se convirtieron en puntos de paz, lugares para encontrarse una misma, y para aprender a olvidar los problemas que te afectaban en la vida real.
Aun lo recuerdo, una vez tienes 14 años es muy difícil, en una adolescencia, saber relacionar este maravilloso mundo, ya que empiezas a despertar de los sueños, o simplemente dejas de hacerlo por insomnio. Los problemas crecen, la economía parece importarte más de lo normal y tus relaciones amorosas resultan ser un desastre.  Per aun así, con esa edad, volví.
Descubrí otro Disneyland, otro tipo de mágia,  no era aquella en la que te ríes por ver  volar  a Peter Pan (porque ya ves los cables), ni tampoco ese Dumbo que vuela ( porque ya no te parece demasiado alto), ni que te salude la Cenicienta des de una alta carroza (porque sabes que no es ella en realidad, que lleva peluca y un pote de maquillaje). Pero empiezas a desarrollar otro tipo de sensaciones que son muchísimo más gratificantes, y descubres otro tipo de sentidos que te traen esa felicidad, paz e incluso más intensa y con más fuerza. Dejas atrás el sentido de la vista, la que siempre usamos como niños, y desarrollas el olfato (mmmm… dulces palomitas de maíz o croissants de mantequilla de la entrada de Main Street), el oído ( ring ring! Ese trenecito que te espera para llevarte al rincón que tu desees), el tacto (los cinturones de protección antes de dar dos luppings seguidos) y el gusto ( los helados y las hamburguesas de cualquier restaurante del parque).
De esta forma, la ilusión y el placer se multiplica por cuatro, pudiéndote olvidar de aquellos problemas que se quedan en DisneyVillage, en la puerta, para plantearte otra forma de vida, de hacer, de crear y porque no? Una oportunidad para volver a nacer.

Disneyland es una terapia en todos los sentidos para crecer como persona y darte cuenta de los valores que debes tener para triunfar en la vida. Y cuando hablo de triunfo, hablo de encontrar tu felicidad y tu camino, por muy corto que sea.
Un publicista necesita esa terapia para poder desarrollar todos aquellos sentidos  básicos, descubrirlos, mezclarlos, explotarlos. DEBEMOS SER LOS PRIMEROS, y buenos, para poder llevar por buen camino a nuestros clientes.
No se trata de un objetivo único VENDER VENDER Y GANAR, se trata de un equilibrio ético entre la empresa tú y tus víctimas los compradores, un juego limpio, transparente.
Walt Disney sabia de eso y, aun estar a punto de caer en quiebra junto a su hermano, supo sacar la parte positiva del asunto y tener la mente aun en funcionamiento, seguía pensando como un niño. Cualidad que le ayudó a crear el raton más rico y poderoso de la historia, Mickey Mouse.
La imaginación es bien poderosa señores,  y siempre vendrá asociada junto a los cinco sentidos más preciados que tenemos todos los humanos. Por eso ¿ como un publicista puede ir por delante? Encontrando un sexto. Un sexto sentido que se trata en juntar esos cinco para crear una técnica, una técnica que se basa en ordenar tu imaginación.